domingo

la cultura de las hortalizas

romina yan me dijo en un sueño que ya era hora de poner esa huerta de tomates que tanto queria. me insunuó un baldio listo para el cultivo de guerrilla. fuí. tres bolivianos tirados entre la maleza vendiendo certificados de domicilio para hacer sus papeles en migraciones. les comente que tengo un conocido en la prefectura, que se manden a mudar ya porque sino levanto el tubo y se pudre todo. me mostraron un certificado que decia que eran pobres, asi que podían estar ahi, entre la mugre y los yuyos, y que si era tan guapo y me la bancaba que me anime a llamar a quien quiera. arrugue. casi me mando a mudar. de toque me acorde de mi facilidad con las palabras y les propuse un trato. loteamos el baldio: una mitad para ellos y sus papeles y la otra para mi y mi sueño vegano. me preguntaron para qué carajo queria plantar tomates, si estamos en invierno y ni en joda las semillas se iban a animar a prender y soltar sus frutos. me cerraron orto. me fuí. volvi a la hora. me cambié la camisa para ver si, en una de esas, me confundian con otro tipo y asi poder arrancar de cero. les dije que era un inspector de la municipalidad, y que habia recibido mas de diez denuncias de los vecinos, que tenia elementos suficientes para vincularlos con el caso candela y que se tomen el palo porque estaban hasta las pelotas. siguieron en la suya. se me dio por creer que capaz no habia sido lo suficientemente autoritario, asi que repeti el discurso, pero a los gritos. se ve que me habia metido en un berenjenal enorme. serios, dejaron lo que hacian, se pusieron de pie y empezaron a bailar. una danza extrañisima, medio carismática, medio colorida. el dia se nubló. la tierra se rompió. la maleza creció como nunca antes. aparecieron llamas y vendedores de merca sin brazos. tres papas rellenas rodaban a nuestro alrededor muy rápido. tanto que dejaron un surco en la tierra. un niño se nos acercó, para dejar un certificado de domicilio en el centro del círculo y desapareció riendo. otra vez, silencio. hasta que el documento en cuestión transmuta. primero cudriplica su tamaño y luego le salen brazos, dientes, pelos, pies, cabeza, papada. cuando quise acordar, el documento enunciador de domicilios se había convertido en el propio evo morales. Se entró a reir de forma macabra y miles de certificados de domicilio fueron despedidos de su garganta, para luego girar insistentemente a mi alrededor. entre los papeles seguí gritando que era inspector municipal, pero ni se mosquearon. desmayé. desperté en una habitacion donde una whoopy golberg de dos cabezas oficiaba de enfermera. bebí un vaso de agua y perdi la conciencia nuevamente. aún no despierto.

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