martes

la insoportable festividad del ser

quedó paralítico y desarrolló el sentido del humor, como los ciegos que al perder visión agudizan el sentido del olfato o el tacto. se convirtió en un gran comediante, dispuesto a poner en caja al incomodo silencio entre comida y postre, a corroer el maximo posible de aburrimiento de cualquier cristiano. sus limitaciones casi no existian: era absolutamente capaz de todo. único, era, único. único porque podía ver más allá, podía ir mas allá de todo aquello con sabor a chiste. si con sus chistes no te reias se te juntaban las presiones y te cagabas muriendo. meado te ibas a tu casa. te meabas tanto que meabas al que tenías al lado, y este meaba al de su lado, y asi.
pero cuando él mismo reia se le escapaba un mueca, un pequeño gesto por el que se creia, se fugaban sus mas oscuros sufrimientos: era un tic autenticamente triste. los conocidos la tenian mas clara, lograban fragmentar este pequeñisimo movimiento en etapas: lento pero con fuerza la comisura izquierda crecía, como para tomar carrera, y ahi si: aleteaba. dos o tres aleteos. pero que aleteaba, aleteaba. quien ponia en foco este tic no podia creer como el resto de la boca seguia siendo risa. admirable.
 *
cumplió cincuenta.
y ya no era una sorpresa que este tipo en realidad, era un infeliz.
se permitia carcajadas secas
carcajadas que se confundian con tos.
cumplió cincuenta.
y los conocidos le alquilaron un salon dispuesto a homenajearlo.
cumplió cincuenta. y creían que en las guirnaldas, el papel picado, y los gorros de cotillón se alojaba la felicidad hecha y derecha.
cumplió cincuenta.
y se estuvo matando toda la noche con vacio y ensalada de papa y huevo. así que a las dos, tres de la mañana no queria saber nada con nadie.
se le acercó un primo,
se le sentó a dar charla.
se hablaron a bajo volumen. al primo se lo veia agitado, el otro en cambio reia. se cagaba solo de la risa y el primo cagado tambien, pero como del susto. el pariente se dejó dar un sobre y se separaron. uno hizo fila para comerse un sanguche de ternera, el otro pidió ayuda para mear mientras relataba el encuentro en el infierno de un aleman, un gallego y un argentino.

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