martes

soberanía



erica y andrea y susú y el otro chino
son los chinos de mi chino.
de mi superchino.
esta mañana,
en el escandaloso lcd donde se ve las cámaras de seguridad,
pasaban la coronación de maxima.
entre paquetes de yerba y kilos de naranjas
que le pasaban por delante,
andrea se hacia tiempo para relojear la tele.
con sus pupilas chiquititas se animaba a visitar el reinado,
a imaginarse la reina de las chinas,
a pensarse vestida como una zorra elegante,
recargada de puntillas y trapos de colores.
y ahí, de golpe la vi:
andreita, la consorte indiscutida,
tiraba un poder
casi dragon ball
y de buenas a primeras los fideos bailaban,
se tiraban pasos,
nos hacían el show.
susú, desde la fiambrería,
le ordenó a los quesos que cierren las persianas,
y ellos, que no son de dejarse mandonear,
obedecieron respetuosamente.
te reconozco que entre los chinos me desconozco.
asi que no intervine.
me deje estar, que las cosas me pasen.
erica había improvisado un fresco trono en la góndola de los lácteos,
de donde digitaba todo el asunto.
en una de esas, le hizo un gesto a susú
y los fideos dejaron de bailar.
me pareció entender que estaba todo mal,
que se pudrió todo,
pero que se yo,
son chinos y los chinos son raros.
viste eso que dicen que en otras culturas está bien visto eructar después de comer?
una de las clientas,
ajena a todo el circo ese,
se hizo la pelotuda y se abrió un paquete de madalenas.
marmoladas,
con dulce adentro,
pero secas,
muy secas en su exterior,
casi como andrea.
pobre ni se imaginó, la muy pelotuda,
que caerían los pibes de la sala alberdi,
y que la terminarían sacrificando
en un festival por la cultura popular,
en congreso.
y ahi se pudrió todo.
susú puso cara de culo
y volvió a poner el casette de eros ramazotti.
qué querés que te diga,
aproveche la situación y me mandé a mudar.
total después me enteré
que andrea siguió cobrando.
erica siguió anotando precios.
y susú siguió cortando fiambre.

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