sábado

ingenio

soñe que me trasformaba en el hombre más gordo del mundo.
pesaba casi seiscientos quilos.
andaba en dos motitos para gordos.
usaba ropa de gordos.
y compraba mi ropa
en un lugar
donde rezaba la palabra:
gordos.
era gordo
recontra gordo
y militaba en la cámpora
porque la muerte de nestor k
me había hecho más sensible.
ahí conocí a un viejo,
que cada tanto
se ponía pesado
y me decía
que su señora quedó en el casting de la publicidad de cicatricure
porque conocía al productor.
y que ella lo sabía,
pero se hace la otra,
se hacía la actríz.
seguido y con determinación
me decía que en el 97
llegó a la final
en los torneos de abuelos bonaerenses.
ya en mar del plata
el abuelo oficialista
se alojó en el mejor hotel
que el municipio costero
pudo pagar.
amargos marolio era el esponsor oficial,
qué digo esponsor,
el hincha oficial.
se comentaba que el dueño de la empresa había hecho un pacto
con el centro criogénico que mantenía los restos de walt disney
y que eso
favorecería sus ventas.
así, sus comercios
ofrecerían
precios bajos
ofertas semanales únicas
amplios horarios
diversidad de marcas
calidad
higiene
rapidez
atención personalizada
controles estrictos
amplias playas de estacionamiento con seguridad.
el anciano amigo kirchnerista se averiguó bien
quien era este tipo,
porque se comentaba mucho pero se aseguraba poco.
no llegué a saber con exactitud si el torneo se ganó,
porque toda esa existencia ocacional
se había desfigurado a palabras rotas.
pero a las apuradas me pareció oir que,
amargos marolio,
junto a investigadores japones,
había logrado desarrollar un dispositivo
que interrumpe el discurso de una persona
al repetir su voz retrasada por milisegundos.
al parecer el efecto de eco del artefacto es tan molesto,
que provoca casi infaliblemente que las persones se traben
y paren de hablar.
intenté un par de veces
reconquistar mi gordo sueño,
llegar hasta
el artilugio desarticulador de discursos,
pero mi subconciente
está haciendo régimen.

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